Existen muchos prejuicios acerca de los vehículos eléctricos, que no hacen sino agravarse debido a ciertas ideas superficiales sobre el tema. Según muchas opiniones poco fundadas, no son eficientes, no disponen de autonomía suficiente y supondrían una amenaza para el medioambiente al terminar su vida útil.

Lo cierto es que estas teorías (y la preocupación medioambiental resultante de las mismas) desaniman a muchas personas ante la perspectiva de adquirir un automóvil de propulsión totalmente eléctrica. Y esto sucede a pesar de que las cifras de compras presentan una clara tendencia al alza.

Para nuestra empresa, es un orgullo poder ayudar y explicar cómo se reciclan las baterías de los coches eléctricos y aclarar también que, mucho antes de pasar al reciclaje, poseen una larga vida útil. Y es que, al contrario de lo que sucede con los motores de combustión, las baterías "usadas" de los automóviles eléctricos prestan apoyo a la transición hacia las energías renovables.

¿Cómo de larga es la vida útil de la batería de mi vehículo eléctrico?

Todo el mundo sabe qué ocurre con las baterías de los ordenadores portátiles y los móviles: al ir acumulando ciclos de carga, sus prestaciones se van degradando paulatinamente y cada vez duran menos.

¿Por qué sucede esto? En parte, debido al calentamiento que se origina en los procesos de carga y descarga, a las descargas totales que se producen cuando los dispositivos permanecen sin uso o al propio envejecimiento de la batería, que daña los compuestos químicos de sus células.

La solución a estos problemas es una gestión inteligente de las baterías.

La batería de un vehículo eléctrico está conformada por módulos individuales, que a su vez están compuestos por células. La temperatura y la tensión de cada célula se calcula con la ayuda de un circuito encargado de su supervisión. A continuación, el controlador inteligente de administración de la batería evalúa esos datos. De ese modo se garantiza que los procesos químicos que se desarrollan en la célula no sufran un exceso de calor ni de frío. Y así se protege mejor a la batería del vehículo contra las pérdidas de capacidad, lo que a su vez prolonga la vida útil.

Veamos un ejemplo:
en un Tesla Model S con 500 km de autonomía por carga, una estimación realista prevé 3000 ciclos de carga completos antes de que decaiga el rendimiento de la batería. En cualquier caso, dicha batería todavía retendría alrededor del 80 % de su capacidad.

¿Y qué se considera un ciclo de carga completo? Pues se define como la descarga y recarga completa de la batería. Si multiplicamos los 500 km aproximados de autonomía por los 3000 ciclos, obtenemos una autonomía o alcance total de 1 500 000 km a pleno rendimiento, antes de que se degrade la capacidad.

Además, recordemos que no es necesario agotar por completo la batería de un automóvil eléctrico antes de recargarla.
Este procedimiento nos sonará, porque pasa algo similar con las baterías de ordenadores portátiles y móviles. Por lo tanto, no supone ningún problema recurrir a cargas parciales mientras hacemos la compra, estamos en la oficina o acudimos a nuestro restaurante favorito. O sea, que podemos aprovechar todas las posibilidades de recarga sin preocuparnos en absoluto.

Si queremos proteger la batería al máximo, lo más recomendable es mantener el nivel de carga entre el 20 y el 80 % siempre que sea posible, y además, recurrir lo mínimo posible a las estaciones de carga rápida.

¿Pero es posible que la batería de un vehículo eléctrico pierda prestaciones prematuramente?

Da igual si hablamos de coches eléctricos, teléfonos móviles u ordenadores portátiles: todos llevan incorporadas baterías de iones de litio. En términos generales, se consideran acumuladores de energía muy fiables. Sin embargo, existe la posibilidad de que en casos aislados sí sufran pérdidas prematuras y excesivas de capacidad.

Factores como las temperaturas extremas, un estilo de conducción agresivo o algún defecto en los compuestos químicos de la propia batería podrían influir negativamente sobre su vida útil. También es posible que esos problemas estén cubiertos por la garantía de compra, aunque eso dependerá de las condiciones. La mayoría de fabricantes ofrecen un período de garantía de ocho años y un kilometraje máximo de 160 000 km.

Si dentro de esos márgenes una batería o su autonomía se degrada por debajo de un umbral determinado (generalmente, entre el 70 y el 80 %), estará cubierta por la garantía del fabricante, que la reparará o sustituirá sin coste. Lexus batió todos los récords y aumentó la cobertura de su garantía para el nuevo modelo UX300e en nada menos que diez años y 1 000 000 km. Ahora bien, no es frecuente que haya que proceder a sustituir la batería por completo, puesto que muchos defectos se corrigen limitándose a reemplazar módulos individuales.

Segunda vida: ¿es posible darle más uso a la batería de un vehículo eléctrico? ¿Cómo?

Se considera que una batería está gastada para el tránsito cuando su capacidad total ha caído hasta el 70-80 % de sus prestaciones iniciales. Pero desde los puntos de vista de la economía y la ecología, lo sensato es seguir aprovechándola como acumulador de energía antes de destinarla al reciclaje.

Un ejemplo muy destacado: ya en 2017, el gigante automovilístico BMW amplió su granja de baterías de Leipzig incorporando 500 unidades usadas procedentes de vehículos eléctricos, para que sirviesen como acumuladores de energía en segunda vida. Esta práctica permite compensar los picos de demanda que puede originar la producción o las caídas de actividad en la generación de electricidad eólica.

De la misma forma, una batería usada se puede incorporar para que dé servicio en una vivienda. Por ejemplo, para almacenar de forma barata y eficiente la corriente generada por una instalación fotovoltaica, en lugar de verterla a la red a bajo precio. Una batería con 20 kWh de capacidad sirve perfectamente como respaldo para una vivienda unifamiliar.

Gracias a que las células reciben una carga uniforme, puesto que desaparecen los ciclos de carga y descarga en constante cambio, esa batería puede seguir dando servicio en su segunda vida hasta 20 años más antes de que haya que plantearse su destino final: el reciclaje.

Conclusión

En la actualidad, las baterías de los vehículos eléctricos ofrecen ya una vida útil muy extensa, que crecerá todavía más en el futuro.

A pesar de todo, cuando una batería alcanza el final de su vida útil
a plena capacidad, no es preciso desecharla de inmediato, sino que se puede destinar durante muchos años más (incluso décadas) a servir como acumulador de energía de respaldo. Esta opción permite aprovechar energía procedente de fuentes renovables como el sol o el viento, para disfrutar de ella aunque sea de noche o no sople el aire, sin tener que recurrir a fuentes más dañinas para el medioambiente.

Una vez transcurran años y años de uso, cuando el reciclaje se vuelva ineludible, al menos el 90 % de las materias primas de esa vieja batería se recuperarán para reutilizarlas en una nueva batería para vehículos eléctricos.